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A
lberto
S
antos
C
ancelas
El Hércules de Santa Tegra y el
middle-ground
de la religión castreña
94
PYRENAE,
núm.
46
vol.
1
(2015)
 ISSN: 0079-8215 EISSN: 2339-9171 (p. 87-107)
Oubiña
et al.
, 2007: 182-217). Es decir, se trata de un asentamiento que ya en período cas-
treño poseía una importancia notable en la configuración del paisaje político del noroeste
16
y que, además, durante los siglos previos al cambio de era centralizó un comercio con el
Mediterráneo y con Roma (González Ruibal, 2006-07: 512-542) que, a la luz de ciertos
hallazgos, como una vajilla
milleflori
(González Ruibal, 2007: 299), tuvo que poseer un
notable dinamismo (
ibidem
). Esto nos permite destacar que el Hércules en bronce no es
un elemento de prestigio aislado, consumido por poblaciones locales desconocedoras de
su valor o, como más adelante trataré de apuntar, de su significado. Estamos ante una
población activa en un comercio con una gran tradición cuando comienza a producirse la
romanización efectiva del noroeste
17
y que debía tener claro, al menos sus élites, qué tipo
de imágenes consumía y por qué (González Ruibal, 2007: 292-307).
Pero, pese al enorme consumo de cultura material romana, Santa Tegra es un asen-
tamiento castreño hasta su abandono a finales del siglo
i
o comienzos del
ii
d.n.E. Se
trata de un asentamiento que se relacionó con su entorno y su paisaje con dinámicas no
muy diferentes a las de épocas anteriores, lo que a su vez derivaría en un cierto man-
tenimiento de las estructuras sociales indígenas durante este período (González Ruibal,
2006-2007: 345). No pretendo negar con ello que se trataría una población inmersa en
procesos de incipiente romanización, como atestiguan tanto la escultura de Hércules
como la numerosísima cerámica romana que se ha hallado en este yacimiento (
cf.
Peña
Santos, 1987: 187-244; 1999: 693-714; 2001).
18
Esto implicaría que estamos ante una
población que, aun consumiendo cultura material romana, la integra en un sistema de
concepciones y autopercepciones castreño (González Ruibal, 2007: 296-300), por una
razón simple: sin un aporte poblacional foráneo, ni la presencia efectiva de institucio-
nes romanas en sus inmediaciones, ¿cómo podría haberse instituido una autorreflexión
entre los habitantes de Santa Tegra como romanos provinciales? Son, en este sentido,
poblaciones castreñas,
19
pero poblaciones que integran en su manera de ser/estar en
el mundo elementos claramente romanos (Carballo Arceo, 1994; Peña Santos, 2001)
cuyo valor además debían conocer a la luz de su tradición comercial con este horizonte.
La
materialidad
(Miller, 2005) es un agente activo en la construcción de la realidad, los
marcos sociales (Gell, 1998) y las identidades (Alfayé, 2011: 18-27, 155-193), lo que
indicaría que el consumo de objetos romanos exóticos en entramados de relaciones
sociales locales contribuyó a la transformación de los marcos de referencia identitaria de
16.
Pensemos que se trata de un tipo de asentamientos que con toda probabilidad surgió de un complejo proceso de
sinecismo de varias comunidades, lo que en su génesis ya implica una agenda política por parte de las mismas
(González Ruibal, 2006-2007; Parcero Oubiña
et al.
, 2007: 182-217).
17.
Existe un comercio del noroeste con el mundo fenicio y después púnico desde el siglo
vi
a.n.E. que se intensifica
progresivamente a lo largo del Hierro II (
cf.
González Ruibal, 2006-2007).
18.
Entiendo que ni las hipótesis de González Ruibal (2006-2007: 328-349) ni las que yo presento en este trabajo
entran en discrepancia con la realidad arqueológica descrita por Peña Santos, ya que nos referimos a cuestiones
distintas: la cultura material no equivale a la realidad ideal que son las identidades.
19.
No pretendo señalar que «castreño» sea una etnicidad operativa en el Hierro Final; es una categoría arqueológica
posmoderna que alude a una etnicidad local cuyas características desconocemos en gran medida.