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A
lberto
S
antos
C
ancelas
El Hércules de Santa Tegra y el
middle-ground
de la religión castreña
PYRENAE,
núm.
46
vol.
1
(2015)
 ISSN: 0079-8215 EISSN: 2339-9171 (p. 87-107)
violentos en la zona costera,
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parece claro el interés de Roma por establecer una serie de
asentamientos comerciales, como Vigo, que articularan una red vertebrada de comercio
marítimo. Todo ello, como digo, no nos ofrece una respuesta definitiva al problema, pero
aproxima datos a tener en cuenta para tratar de encontrarla.
Incidiendo en esto y como prueba de que la escultura en Santa Tegra no es el único
testimonio de este
middle-ground
, podría citarse el ejemplo de algunas estelas funerarias
monumentales de Vigo. No es este el lugar de detenerse a examinar sus implicaciones,
principalmente porque se trata de un ejercicio que ya llevó a cabo González García (2010:
397-419). Las conclusiones de este autor, que no suscribo por completo,
39
ilustran mag-
níficamente la complejidad del proceso de romanización del noroeste, así como la cons-
trucción de unas nuevas identidades.
40
Estas identidades, tomando elementos indígenas y
romanos, constituyen expresiones novedosas y que, en muchos sentidos, también podemos
calificar de híbridas (González García, 2010: 408). Reparemos en el documento CIRG II
n.º 51, por desgracia muy dañado, en el que un individuo se identifica como Cileno. Este
personaje, por un lado, goza del prestigio que le otorga un monumento funerario romano,
al tiempo que se autorrepresenta con una identidad galaicorromana. Pero, por otro, evoca
de manera bastante llamativa una identidad posiblemente étnica (cilena) autóctona y quizá
de raigambre indígena.
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Estamos, pues, ante otro ejemplo de la creación de una identidad
híbrida que va más allá de la exaltación de unos rasgos indígenas o el mero servilismo
hacia Roma, ya que en ella encontramos multiplicidad de posturas y recursos que no se
resumen en semejantes patrones.
Aunque este trabajo no puede pasar de ser una breve reflexión preliminar cuyas
conclusiones han de ser, por fuerza, limitadas, creo que se ha podido poner de manifiesto
que en este contexto se genera un
middle-ground
o
third space
que no puede explicarse
simplemente mediante dinámicas de resistencia de una religión —y unas identidades—
indígenas frente a un discurso dominante centralizador y aculturizador.
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De hecho, si
nos fijamos brevemente en las dedicaciones a divinidades de la zona costera pontevedresa,
encontramos nuevos argumentos a favor de la hipótesis de una multiplicidad de intereses
y posturas reflejada en la religión de estos momentos y en contra de la división de esta
religión en dos categorías: indígena y romana. Dejaré de lado las dedicatorias a Marte,
38.
Pese a que la primera historiografía castreña (López García, 1927: 31-36) se sentía inclinada a imaginarse la
campaña de Decimo Junio Bruto (137-136 a.n.e.) culminando gloriosamente con la toma de Santa Tegra, no
encontramos pruebas en su registro arqueológico de eventos violentos.
39.
Me refiero especialmente a sus hipótesis sobre una asimilación social de esta zona del noroeste a los parámetros
que rigieron en el conjunto del Imperio (González García, 2010: 415-416).
40.
Empezando por el simple, pero elocuente, hecho de que, tras más de un milenio de absoluta invisibilidad del
horizonte funerario, en Vigo aparecen manifestaciones rotundas y monumentales protagonizadas por individuos
(al margen de los clunienses) que expresan una identidad local.
41.
Convengo con González Ruibal (2006-2007: 450-451) en que es posible que durante el Hierro II se fueran fra-
guando, en un lento proceso de etnogénesis, unas identidades étnicas supralocales e interseccionales con el
marco de referencia dominante del castro.
42.
Vid.
notas 4 a 6.