Página 102 - Pyrenae46-1

Versión de HTML Básico

A
lberto
S
antos
C
ancelas
El Hércules de Santa Tegra y el
middle-ground
de la religión castreña
100
PYRENAE,
núm.
46
vol.
1
(2015)
 ISSN: 0079-8215 EISSN: 2339-9171 (p. 87-107)
ción foránea que aseguraría una ascendencia «a la mediterránea». Me refiero a la mención
de Plinio (Pl. NH. IV 111-112) de una serie de
populi
en la zona situada entre las Rías Bajas
y el Miño, los
Helleni
,
Grovii
y el
castellum Tyde
, que según el autor serían griegos. Semejante
identificación probablemente venga derivada, como opina González Ruibal (2006-2007:
451), de una interpretación errónea del etnónimo
Cileni
como
Helleni
, que a diferencia
del primero no está atestiguado epigráficamente. Pero, aun aceptando como válido que
se trata de una confusión de las fuentes, prevalece el hecho de que Plinio ofrece una
«representación» con una ascendencia mediterránea de estas poblaciones y, por tanto, se
muestra receptivo a generar un marco de negociación ideológico de la identidad de estas
comunidades como próximas al universo mediterráneo. Lo relevante es la posibilidad de
que no solo se trate de una confusión de este autor, ya que Estrabón (III.2.13) menciona
la presencia de exiliados de Troya en el occidente peninsular. Esta referencia, por su cohe-
rencia, ya no se explica como un mero error de las fuentes: evidencia una interpretación
de la «mediterraneidad» de estas comunidades a través del otro gran recurso ideológico de
integración de comunidades bárbaras sancionado por Roma (Roymans, 2009: 220-223):
los
nostoi
de la guerra de Troya.
2.4.
Dominación
versus middle-ground
Estamos ante simples atisbos, pero de una gran relevancia por sus implicaciones, ya que
apuntan a que, desde el punto de vista del dominador, existía una voluntad (que sin duda
respondería a algún interés determinado)
36
de facilitar a estas poblaciones un medio de
integración, más allá del estereotipo del bárbaro (Str. III.3.7). Estas cuestiones demuestran
que varias posturas e intereses son posibles en estos complejos escenarios de interacción,
incluso desde el punto de vista del dominador. Pero se nos sigue planteando la pregun-
ta de por qué Roma permite que en la zona costera pontevedresa se dé este proceso de
reformulación de sus orígenes, vinculándose al universo mediterráneo. La respuesta a esta
pregunta no puede ser taxativa —como digo, es un escenario complejo, y este trabajo no
puede pasar de ser una reflexión teórica—, pero creo que no habría que perder de vista
que las relaciones que durante el Hierro Final mantuvo Roma con esta área fueron emi-
nentemente comerciales, y cabe pensar que satisfactorias para ambas partes, ya que estas
poblaciones no muestran una inquietud ante Roma como la que se atestigua en regiones
más meridionales.
37
Dejando de lado el hecho de que por lo visto no se dieron episodios
36.
Una posible explicación podría venir dada por la aguda hipótesis de García Quíntela (1999: 118) de que, una vez
llevada a cabo la pacificación definitiva de la Península con las Guerras Cántabras, se produce un cambio en los
estereotipos manejados por las fuentes clásicas sobre el occidente peninsular: desde este momento la región
pasa de ser un paisaje bárbaro e incivilizado a un «El Dorado» peninsular.
37.
Varios autores (González Ruibal, 2007: 302; Rodríguez Corral, 2009: 201-216; 2012: 95; Santos Cancelas,
2014: 22-24) consideramos que las esculturas de guerreros deben ser entendidas, entre otras cosas, como una
expresión de la inseguridad de estas comunidades ante la expansión romana.