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A
lberto
S
antos
C
ancelas
El Hércules de Santa Tegra y el
middle-ground
de la religión castreña
PYRENAE,
núm.
46
vol.
1
(2015)
 ISSN: 0079-8215 EISSN: 2339-9171 (p. 87-107)
híbrida y liminal, al incorporar un elemento que tampoco es simplemente romano, sino
galaicorromano.
34
2.3. ¡Civilicemos al bárbaro! Representación a través
de los dioses patrios
Ciertamente, la presencia de una escultura en un castro durante la primera romanización
podría considerarse insuficiente para apuntar esta hipótesis. Pero dejando de lado la cohe-
rencia interna de este constructo hipotético, tengamos en cuenta la aparición en Viana do
Castelo
(CIL II, 2463) de un epígrafe con una dedicación votiva a este dios mediterráneo,
lo que nos indicaría que su culto debió poseer, al menos, cierta presencia en el noroeste
de la primera romanización.
35
Por otro lado, ha de considerarse la importancia que esta
deidad tenía en la zona gaditana, con la que el noroeste (y Santa Tegra en concreto) poseía
una relación normalizada de comercio marítimo. Y por último, pero no menos importante,
contamos con la existencia de varias representaciones de las fuentes grecolatinas sobre
la vinculación del occidente con Hércules, los ya mencionados episodios de Gerión y el
jardín de las Hespérides.
Precisamente, la importancia de este último elemento reside en que se trata de una
representación romana (es decir, externa) sobre las identidades del noroeste. Desde el pris-
ma romano, un culto a Hércules en Santa Tegra sería aceptable por el carácter «fronterizo»
que define la actividad del dios: se trata de una deidad usada para integrar ideológicamente
nuevos grupos en el horizonte cultural grecorromano (Roymans, 2009: 234). Aun así
persiste el hecho de que su culto es una autoexpresión que reivindica unos orígenes vin-
culados al universo mediterráneo, y semejante reivindicación evidenciaría que existía, por
parte del discurso dominante, cierta receptividad hacia las pretensiones de «romanidad»
de la zona. Se trata de un proceso de negociación de poder de un subalterno, en la que las
pretensiones castreñas parecen haber sido admitidas desde el prisma etnocéntrico romano,
por el hecho de que se generó una estructura de integración ideológica de estos territorios
a través del traslado ideológico del mito de Gerión al noroeste. No importa que, como en
el caso de Dionisio de Halicarnaso (D.H. XIV.1.4.), estemos ante evidentes invenciones
eruditas (Oria Segura, 1996: 52); lo que cuenta es que estas invenciones muestran una
disposición a admitir un ascendente «mediterráneo» de ciertas poblaciones indígenas. Por
otro lado, es posible que para la zona costera pontevedresa encontremos otra representa-
34.
No creo, como sostienen algunos autores (Olivares Pedreño, 1999: 277-296; 2002), que este proceso de rede-
finición consistiera en la mera yuxtaposición del referente mediterráneo a unos esquemas previos, por el simple
hecho de que no presentaría ningún interés para la comunidad de culto. Para ella, lo relevante es incorporar un
perfil, como el de Hércules, que le aporta un ascendente mediterráneo. Esto incuestionablemente exige el cono-
cimiento previo de la biografía de la divinidad, y el establecimiento de un diálogo entre ella y la propia tradición
local, que a su vez revela una renegociación del poder social.
35.
Junto con ella, Oria Segura (1996: 120, 183-185) menciona otras dos que prefiero no incluir, por no ser ejemplos
evidentes de dedicatorias a esta deidad.