Página 100 - Pyrenae46-1

Versión de HTML Básico

A
lberto
S
antos
C
ancelas
El Hércules de Santa Tegra y el
middle-ground
de la religión castreña
98
PYRENAE,
núm.
46
vol.
1
(2015)
 ISSN: 0079-8215 EISSN: 2339-9171 (p. 87-107)
figura de Hércules sería utilizada para la redefinición de una identidad, al proyectar una
aventura del héroe a su recuerdo fundacional u origen mítico (Gehrke, 2000). Con toda
probabilidad este proceso debió requerir también la participación de elementos romanos,
ya que, no en vano, Hércules es un dios «apto» o tolerado por Roma para realizar este
proceso.
28
Por otro lado, las mismas poblaciones locales debieron establecer toda una
serie de relaciones entre esta figura y las deidades indígenas que permitiría efectuar esta
redefinición de sus creencias. Aunque desconocemos cómo se pudo efectuar este proceso
en el noroeste, la Galia nos ofrece, a través de un testimonio de Luciano de Samosata,
29
en cuya importancia ya reparó en su día Sopeña (1995: 40), un bello ejemplo de cómo
Hércules era incorporado al sistema de concepciones indígenas,
30
pero en este proceso
también se veía resignificado, aparentemente asimilado a la deidad Ogme.
31
Se trata, por
tanto, de un referente ilustrativo de cómo se produjo un proceso de asimilación donde las
poblaciones locales adoptaron un papel de toma de decisiones activo:
32
no se trata sólo
de incorporar la deidad mediterránea al sistema de concepciones local yuxtaponiéndolo
a un esquema previo, sino a un genuino proceso de redefinición de la memoria cultural
sobre las creencias y los orígenes propios.
33
De este proceso resulta una identidad nueva,
28.
Aun siendo Hércules un dios tolerable para ser incorporado a cultos indígenas, tenemos pruebas de que este
proceso no estaba exento de una profunda negociación (Roymans, 2009: 220): no en vano estamos hablando de
un argumento ideológico que permitía a las poblaciones locales elevarse del etnotipo de la barbarie y presentarse
como partícipes de un cierto grado de «romanidad».
29
«Ese Heracles viejo arrastra una enorme masa de hombres, atados todos hasta las orejas. Sus lazos son finas
cadenas de oro y ámbar, artísticas semejantes a los más bellos collares. Y, pese a ir conducidos por elementos
tan débiles, no intentan la huida (…) sino que prosiguen serenos y contentos, vitoreando a su guía, apresurándose
todos con la cadena tensa al querer adelantarse; al parecer, se ofenderían si se les soltara. Pero lo que me resultó
más extraño no vacilaré en relatarlo: No teniendo el pintor punto al que ligar los extremos de las cadenas, pues
en la diestra llevaba ya la maza y en la izquierda tenía el arco, perforó la punta de la lengua del dios y representó
a todos arrastrados desde ella, ya que se vuelve sonriendo a sus prisioneros.
 Permanecí mucho tiempo contemplando el cuadro, lleno de admiración, extrañeza e ira. Y un celta que estaba
a mi lado, no ignorante de nuestra cultura, como demostró en su magnífico dominio del griego —un filósofo, al
parecer, de las costumbres patrias—, dijo: “Yo te descifraré, extranjero, el enigma de la pintura, pues pareces
muy desconcertado ante ella. Nosotros, los celtas, no creemos como vosotros, los griegos, que Hermes sea
la elocuencia, sino que identificamos a Heracles con ella, porque este es mucho más fuerte que Hermes. Y no
te extrañes, que se le represente como a un viejo, pues solo la elocuencia gusta de mostrar todo su vigor en la
vejez”»,
Luciano de Samosata, Prel. Her., I y ss.
30.
En este punto es interesante recordar que estamos ante un Hércules adulto, apoyado sobre su clava, en lugar
del prototipo de joven imberbe también atestiguado en Hispania (Oria Segura, 1996). No creo que esto pueda
indicar que estemos ante el mismo proceso de sincretismo atestiguado en la Galia, pero sí que la población de
Santa Tegra, por algún motivo, se sintió inclinada a seleccionar este modelo en lugar de otro. Merecería la pena
examinar los paralelismos de esta decisión con más detalle.
31.
En este ejemplo, aunque el «druida» (
cf.
Sopeña, 1995: 40) que informa a Luciano demuestra un profundo cono-
cimiento de las tradiciones tanto locales como romanas, sigue pesando el hecho de que habla de una imagen en
la que se han sintetizado ambas. Es decir, esta ya no es ni Hércules ni Ogme, sino una expresión que sintetiza y
representa el carácter de una nueva identidad, en la que han confluido ambas tradiciones, que
solo son recono-
cibles
como entidades diferenciadas ante la interacción con un romano.
32.
Vid
. nota 38, nótese como el «celta» conoce los rasgos tanto de Hermes como de Hércules, en atención con los
cuales realiza una interpretación selectiva e interesada.
33.
De ser así, inevitablemente se estaría proyectando la nueva deidad al recuerdo fundacional del grupo, redefiniendo
de este modo las relaciones del pasado con el presente y con las figuras del recuerdo preexistentes,
mnemotopos
,
genealogías divinas, etc.